DIGO LO QUE PIENSO

jueves, mayo 10, 2007

ALEGATO EN FAVOR DE UNA "MADRE SUDACA"



Señores Jueces de la Suprema Corte de un país lejano.

Excelentísimos señores:

La señora Miraflor Judith Rodriguez Paz llegó a vuestro país desde Sudamérica, siguiendo los dictados de su corazón, comprometido por el cariño que sentía respecto del hombre que fue luego su esposo.

Para materializar ese amor, se afincó en una tierra de la que desconocía todo. Se amoldó por lógica y con razón, a una nueva sociedad con costumbres diferentes a las que ella conocía. Nada le importó, pues su decisión era ejercer su derecho a amar y ser amada.

La señora Rodriguez Paz desafió por devoción, vivir en una cultura distinta y no solamente lo hizo, sino que logró materializar ese amor en la procreación de dos hijos, que junto con su amado marido entregaron a vuestro país, como súbditos dignos de las honorables tradiciones locales.

¡Miraflor nunca especuló! Jamás torció la voluntad de los suyos en favor de la cultura de la cual provenía. .

Lamentablemente, después de algunos años de felicidad conyugal, la persona que fuera su esposo, rompió la armonía familiar y resolvió abandonar a los suyos en busca de nuevas experiencias junto a otra mujer más joven que su esposa. No obstante su dolor, Miraflor Judith se mantuvo fiel al cuidado de sus hijos y permaneció con ellos en el nido que había construido con tanto cariño..

Fue su esposo y no ella, quien decidió dejar a su familia. No es ésta la oportunidad de juzgar si su cónyuge estuvo bien o mal, lo cierto es que él lo hizo, sin pensar que dejaba abandonada a la madre de sus hijos en el marco de una sociedad a la cual ella todavía no había logrado integrarse.

Ya pasaron dos años que Miraflor fue abandonada por su esposo, con dos retoños frutos del amor y ésta mujer no logra insertarse en una sociedad cordial, pero que le es todavía extraña. Por ello se aferra, como es natural, a sus hijos y pretende volver a su país para juntos vivir con los suyos, dentro de los parámetros propios de su cultura natal, pues el amor que la llevó a dejarla, hoy ya no existe.

La señora Rodriguez Paz es por sobre todas las cosas un ser emocional, una madre ejemplar y respetuosa de los cánones que marcan la correcta orientación de la educación de sus hijos y esa capacidad que la distingue, le permitirá mantener sus principios éticos y morales en cualquier lugar del mundo en que ella decida convivir con sus vástagos.

La señora Miraflor merece ser respetada y comprendida. No se la puede privar del derecho de comenzar otra vida tal cual lo hizo su ex esposo. Ella hoy se encuentra sola en un lejano país, pero como buena madre que es, jamás renunciará a sentir el calor del cariño de sus hijos y a protegerlos y educarlos correctamente. Una buena madre nunca piensa en faltar a sus deberes.

Precisamente es por esta razón que me permito creer que la señora Rodriguez Paz es hoy por hoy, la única víctima de una situación que no provocó.

Miraflor para rehacer su vida pretende volver a su cultura, pero no sola, sino con sus hijos y al negársele tal derecho se la está castigando, no obstante no haber cometido falta alguna.

Sin familiares directos y sin amigos en vuestro país, se la condena – repito – a vivir una situación que la afecta física y psíquicamente, solamente por no querer desprenderse de sus “queridos gorriones”, en tanto su ex esposo ha rearmado su vida fuera del hogar y goza a su vez del natural derecho de mantener una relación con sus hijos, pero que no es permanente sino circunstancial.

Es precisamente en este punto donde los derechos de Miraflor Judith se ven comprometidos. Ella se mantiene firme junto a sus “muchachos”, ocupándose de su crianza, de su educación, es decir en definitiva: de su total formación humanística.

Sin embargo para ser justos, no es posible obviar que para continuar en las actuales circunstancias su maternal obra, debe sentirse apoyada por el afecto de familiares y amigos de lo cual hoy carece.

Separar a nuestra amiga de sus hijos es imposible, tampoco se puede condenarla a cumplir sus responsabilidades en soledad. Es por ello que la señora Miraflor Judith Rodriguez Paz pretende continuar su vida en Buenos Aires – Argentina -, junto a sus hijos, sus familiares y nosotros sus amigos; todos muy capaces de contenerla en la hermosa misión que el Señor le ha encomendado como madre: ¡Educar a sus hijos!
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Formamos junto a ella, un grupo de personas de bien que compartimos su deliciosa y exquisita poesía, con otras manifestaciones literarias e investigaciones sobre la cultura popular argentina.

Somos sus amigos y estamos decididos a ayudarla en su cometido. No hay porque temer por el futuro de sus hijos, ya que los mismos seguirían su educación en un ambiente cultural muy idóneo, el mismo que le ha brindado formación educacional y humana a la princesa Máxima, criada dentro de disciplinas tradicionales, a las que también tiene acceso el resto de la población argentina.

No olvidemos que los hijos matrimoniales no son propiedad absoluta del padre y que en este caso en particular, son producto de dos culturas, la vuestra y la latinoamericana, tan válida una como la otra.

Si el destino quiso que el matrimonio legal que ambos cónyuges celebraron, se rompiera por razones ajenas a la “madre de la familia”, es injusto condenar a esa mujer a sufrir sus consecuencias.

Dice un viejo refrán español: “Quien se fue .a Sevilla, perdió su silla”. Ocho sencillas palabras que encierran la sabiduría que nos legaron los hombres del pasado, que al respecto conocían mucho más que nosotros acerca de abandonos y lejanías.

¿Puede considerarse correcto obligar a la madre a llevar una vida de sufrimientos para no separarse de sus hijos a quienes hoy educa, a la vez que colocar al padre en la cómoda posición de gozar de su nuevo amor y tener a sus hijos a su disposición para cuando desee verlos?

En mi condición de un hombre mayor, ya abuelo, me creo con la suficiente autoridad moral para decir con orgullo que responsablemente, soporté en el tiempo, distintas situaciones que pudieron hacer peligrar la integridad de mi familia y sacrifiqué mis íntimos sentimientos, en aras de mantenerla unida y gracias al Señor, lo logré.

Es por ello que aún hoy, no acepto justificar que exista una sola razón que pueda anteponerse a la obligación que los padres tienen para con sus hijos.

Esta es la simple, elemental e inequívoca coyuntura que le ha planteado la vida a Miraflor Judith..

Señores Jueces: Sería de mi agrado que ustedes entendieran que ante la mirada de los hombres y de Dios, acceder a lo solicitado por la señora Rodriguez Paz será hacer justicia.

Atentamente.

José Pedro Aresi
año 2006