DIGO LO QUE PIENSO

jueves, octubre 04, 2007

MI BUENOS AIRES QUERIDO


FUTURO PORTEÑO
(Un título que se le escapó a Piazzolla)


Veamos: Los porteños estamos aferrados al equivocado concepto de que aún hoy, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es una prolongación de la gestión gubernamental de la Nación. Todavía no hemos podido olvidar tantos años de real sometimiento avalado por la Constitución.

Pero en la actualidad todo cambió. La nuestra es una ciudad que por si sola conforma una provincia con todas las de la ley y que pese a ser la Capital Federal de la Argentina, debe gobernarse federalmente como un Estado más.

Pesada carga ésta, sobretodo hoy, cuando el país no funciona como una República, sino como un “coto” particular, propiedad de algunos sectores políticos y corporativos. No cabe discutirlo aquí, pero es evidente que en la Argentina, no funciona la necesaria división de poderes, que hace a la vida institucional de todo país republicano.

Cegados por las próximas elecciones nacionales, los santos habitantes de la ciudad de Buenos Aires no han caído en la cuenta que solamente un milagro, podrá revertir la triste perspectiva de tener que pertenecer a un país gobernado discrecionalmente por gente que detenta y pregona un pensamiento muy lejano al del partido que ganó hace poco el derecho de gobernar esta ciudad.

Basta hablar con la gente de la calle y sobre todo con los taxistas, para confirmar lo antes dicho y sin embargo, esa población particular no ha incorporado a su sentir, todo cuanto deberá sufrir para alcanzar las metas propuestas por un gobierno local que también asumirá el próximo 10 de diciembre y que seguramente será jaqueado por las fuerzas políticas que tienen su “fuerte” en los municipios vecinos del “cono urbano”,

El porvenir es incierto y si el próximo Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, logra superar exitosamente los escollos que se le presentarán, es indudable que deberemos pensar en que el país finalmente ha encontrado a un verdadero conductor, moderno y eficaz. El tiempo lo dirá.

Es seguro que este nuevo orden deberá buscar incumbencias prácticas para su gestión”. Lo incierto es como lo logrará.

Se habla y con razón, de la necesidad de hacer “una reingeniería institucional profunda y planificada, con personal idóneo, evaluación por resultados, achicamiento de circuitos”, porque serán muchos los problemas de gestión que el próximo gobierno ciudadano deberá afrontar.

A esta altura de la vida política argentina y teniendo en cuenta quienes serán sus adversarios, entiendo que será difícil encontrar las bases necesarias para hacer posible una óptima gobernabilidad.

No creo posible un diálogo fructífero y tampoco que se logre del Gobierno Nacional un respaldo desinteresado que permita optimizar las funciones, destrabando a tiempo las partidas presupuestarias necesarias para cumplir los objetivos que se trace el poder ciudadano.

Urge además implantar nuevas reglas de juego para terminar con la ineficiencia y el discurso vacío de realidad que lleva lustros de vigencia y decepción. Si no se hace de inmediato la reingeniería institucional, la estructura vigente neutralizará en poco tiempo cualquier cambio, por lo que es imprescindible acordar fines y procedimientos de gestión que permitan alcanzar los demás objetivos.

Se debe fijar prioritariamente una política de seguridad integral, no sólo de seguridad ante el delito, sino de seguridad en la calle, con luminarias, reductores de velocidad, semáforos, multas a transgresores, y otros espacios públicos. También se deberá actuar en la prevención del delito, la seguridad jurídica, la seguridad alimentaria, edilicia y laboral. Constituir un cuerpo de inspectores y policía local en los que la sociedad sienta que se puede confiar y a la vez iniciar un diálogo constructivo con el sistema federal para alcanzar la verdadera autonomía de la Ciudad. Asimismo, habrá que desterrar los abusos de poder que posibilitan los “grandes robos, a veces legalizados y otras directamente a mano armada con guante blanco”.

Este es el desafío. ¡Que Dios nos ayude!

José Pedro Aresi