DIGO LO QUE PIENSO

viernes, agosto 21, 2009

CHAMUYANDO EN LA PARADA




Si de elaborar perfiles se trata, bien puedo decir que he sido testigo del Tango de los cuarenta y los cincuenta. Las crónicas o semblanzas que luego escribí, compendian el resultado de una comunión de mi persona con la música de la ciudad que amo.
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Existen pasiones que se exaltan, tan pronto se escarba en la intimidad de nuestro ser. En mi caso, ello sucede con “Buenos Aires”, cuyo cielo me vio nacer y el Tango, la música del pueblo, fue la que acompañó mi vida..
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Para mí, “Buenos Aires” no es un mero punto geográfico, sino la sumatoria de “grandes y pequeñas” cosas que edifican el altar donde se inmola mi alma, porque a ésta ciudad la viví y sentí desde “purrete” y en ella aprendí el difícil oficio de ser argentino.
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No se trata de un compromiso de amor; es el amor mismo. Esa identificación se produjo tan pronto dejé la cuna y se acrecentó luego, escuchando cantar a Gardel en grabaciones que surgían de la sonoridad de una “vitrola”. Más adelante, fueron el trío de Antonio Sureda, las orquestas de Francisco Lomuto, José García y sus "Zorros grises", Roberto Firpo y “Los Indios” de Ricardo Tanturi, las que fortalecieron mi adicción primaria.
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Así crecí entre tangos, milongas, valses y el cariño entrañable de mis padres, en un hogar obrero, donde todo se conseguía a fuerza de sacrificio.
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Luego, la juventud me acercó a los bailes de los clubes de barrio y en los salones y confitería danzantes del centro de Buenos Aires, consolidé mi pasión por el tango. A todo esto debo sumarle la influencia paralela ejercida en mí, por el sainete y la revista porteña.
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Así, “La Reina del Plata” – una joya urbana enclavada en lo más austral de nuestra América -no solamente merece que se le cante o glose: también debemos mostrarla y agasajarla con imágenes que la recreen y permitan volver a vivirla a través de cuadros y fotografías, de ayer, hoy y siempre.
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Buenos Aires es una mezcla de bohemia cultural, deportes y tango, que resume una calidez muy especia, con sabor y olor a “feca porteño”. Es precisamente ese conglomerado el que invita a perpetuar en fotos, el color de sus barrios, el amor de la piba con trencitas rubias y la sensible sabiduría que exhalan sus calles.

Porteño deriva de “puerto”, lugar que le permitió a “Buenos Aires”, ser la vitrina de una tierra buscada por muchos para encontrar en ella, paz y progreso. El suelo de lo que hoy es mi ciudad, es el mismo que besaron nuestros mayores al desembarcar aquí, con la esperanza de un mañana venturoso, pero llorando en silencio el ayer que dejaron allá “en el otro lado del ancho mar”. En mi caso particular: En el cielo límpido del “pie del monte” o en la brumosa “risaia lombarda” - ¡Madunina d’ Or!
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Volviendo al origen y consecuencia de los recuerdos, no creo que en el “hombre”, tal cual lo concibe Aristóteles”, se pueda destruir la memoria. Nada de lo vivido se olvida. A lo sumo se esconde en un rincón muy personal, pero nunca podrá ser amputado; porque el “hombre” se pertenece y elige su modo de vivir. Por eso mi ciudad nunca podrá negarse, ya que para el porteño, ella forma parte de su propia existencia.
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Buenos Aires ……….
hija de gaita casada con un tano fiolo,
la mejor serenata te la dio un bandoneón,
bordando en el aire, letras donde Discépolo
lo entregó todo, regalando amor
Las luces del centro realzaron tu rango
y en tu cielo el tango apiló su emoción.
Fueye cadenero de una y mil citas,
que se trepó a los patios y a la calesita

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Tal cual yo mezclo cosas, así de desordenados somos los porteños; que nacimos bajo un firmamento que se refleja en el sublime color de nuestra bandera, la que nos acaricia y abraza con toda la dulzura que solamente una madre puede brindar. Junto al desorden de nuestras vidas, nace precisamente el Tango, quien se escabulle audaz y grosero, para encender la noche de nuestros sueños e iluminarla con música y una poesía plagada de versos que "arrugan" frente al amor y hacen “pata ancha” ante la injusticia de los hombres.
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Es por eso que pretendemos perpetuar la memoria, para que ella nos ayude a recordar.
Tal cual sucede con todo aquello que se pretende preservar, existen grabados de la ciudad que fueron compendiados en la edición latina del año 1599 del libro de Ulrico Schmidel o Schmidl y acuarelas – la mayoría de ellas anónimas – que muestran al Buenos Aires de comienzo del siglo XV.
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Más tarde, diversos dibujos y óleos fueron dejando muestras de su historia. Artistas como Carlos Enrique Pellegrini, Mariano y Francisco Fortuny, el inglés Emeric Essex Vidal y el francés Juan León Palliere, fueron algunos de los tantos que trabajaron en tal sentido. Tampoco debemos olvidar la importancia obra de la pintora francesa Leonie Matthis.
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Bien puede decirse que “la Reina del Plata” ha sido retratada desde el nacimiento de la fotografía. Los artistas argentinos y extranjeros que arribaron a sus costas, reflejaron con destreza el encanto de la ciudad.


Ya en la década del treinta, surge con fuerza, la figura emblemática de Horacio Coppola que fotografió a Buenos Aires, con espontaneidad. En sus fotografías, él toma a la propia ciudad como su gran personaje y capta a sus habitantes, las luces de sus noches, las grandes tiendas, sus calles y lugares más reconocibles, logrando así que cada una de sus imágenes “sea una obra de arte en si misma”.
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A este nombre, se pueden agregar – entre otros - los de Ricardo Sanguinetti, Facundo de Zuviría, Sara Facio, Pepe Fernández, Sameer Makarius, René Burri, Raquel Bigio, Mario Muchnik y Grete Stern..
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Muchas veces decimos hoy, que Buenos Aires es “otro” y mucho dudo de que sea así, porque pienso que somos nosotros los argentinos y en especial los porteños, quienes hemos cambiado. El modernismo arrasó con las mejores costumbres de un pueblo que se mostró siempre espiritualmente sano, solidario y laborioso.
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La ciudad en sí, gusta aún hoy del suave trinar de los gorriones e inconcientemente rinde culto al pasional amor de la Mireya, en tanto guarda en su seno el olor y el sabor de un alucinante “CHE” porteño.
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Buenos Aires está integrada de lleno con el Tango y siempre pido, por favor, que se entienda bien: ¡Buenos Aires es Tango!. Un “cacho” de suelo atrapado por un fueye que cuenta sus penas y lo único que extraña, es aquél alegre tranvía que un día se fue y aún no ha vuelto.
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Dijo el filósofo: “la ciudad es la comunidad procedente de varias aldeas”, mientras que yo pienso que mi Buenos Aires es un enclave situado junto a un río de plata vieja, con cuarenta y ocho barrios engarzados en el platino de un tango.
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Mi generación ha sufrido en cierto momento, la pretensión de desarraigar al tango, pero gracias a la permanencia de algunos reductos tangueros, a la labor de instituciones como la Academia Porteña del Lunfardo y a la presencia, no siempre valorada, de algunos comunicadores radiales y televisivos, hemos podido resistir los embates y aquí estamos “vivitos y coleando”.
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Vale igualmente dedicar un párrafo especial a tantos poetas y compositores de tangos, que hicieron posible que esa aviesa intención resultara menos traumática, pues ya sea silbando, tarareando o cantando en voz baja las obras por ellos creadas, el pueblo siguió transitando las calles de su ciudad, acompañado por la música y la poesía que los sedujo para siempre: el Tango.
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Alguna vez me han preguntado si solamente me gusta un momento del tango o varias épocas, a lo cual respondo: Todas las épocas del tango han sido fascinantes, pero lógicamente mis recuerdos están ligados al momento que me tocó vivir, como joven que comenzaba a descubrir los misterios de la noche. Para mí la década del cuarenta es inolvidable.
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También quisieron saber ¿Cuál es la mejor forma de recordar a Gardel?, y para responder esa pregunta, basta decir que a nuestro Morocho del Abasto se lo puede recordar de mil maneras. Fue un artista polifacético y como tal, digno de ser analizado en cada uno de sus matices.
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Por eso importa mucho analizar un aspecto quizás algo olvidado de su arte, tal cual es el de “Gardel compositor”, una cuestión que injustamente se ha mantenido relegada por años, si bien últimamente la situación se ha revertido.
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Es compresible que el misterio de su voz, plena de musicalidad y melodía, haya opacado otros particulares de su obra, pero no por ello se debe postergar el reconocimiento de su condición de creador de temas musicales de excelencia. Hoy en día, en cualquier espectáculo artístico-musical es común escuchar, como obra principal de ejecución o como música de fondo que embellece el entorno, canciones y tangos compuestos por nuestro querido Zorzal.
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Y en esta apreciación parece darme la razón Raúl Garello: (bandoneonísta y director de la Orquesta de Tango de Buenos Aires), cuando dice: “La música tiene de vez en cuando manifestaciones geniales: Duke Ellington, Edith Piaf, Atahualpa Yupanqui y, por supuesta, Carlos Gardel. No sé si después de él hay una instancia superadora, en todo caso en la música no se trata de confrontar sino de sumar y si el tango tiene tres columnas, Gardel es seguramente una de ellas. Sus dotes de cantor opacaron la veta de compositor que es la que personalmente más valoro. Me gustan mucho su incursión en la música campera y su interpretación de los estilos".
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Al escuchar algunos tangos compuestos por Gardel ejecutados instrumentalmente, es cuando más puede apreciarse la importancia de su creación, pues en esas interpretaciones está ausente esa voz que no solamente emociona, sino que eclipsa otras virtudes y no nos permite apartarnos de la atracción que impone su melodía.
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No es extraño entonces suponer que, en el caso de las composiciones gardelianas, no estamos frente a versos de Le Pera musicalizados por Gardel, sino ante música de Carlos a la cual Alfredo le puso letra.
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Debo resaltar que la inspiración de Gardel no muere en las callecitas de su Buenos Aires querido, ni en estampas locales. Él traslada la composición a otros géneros musicales, con la misma sencillez, emoción y brillantez que nos regala en sus tangos.
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De no ser así ¿Podría tener aún la vigencia que lo hace Inmortal?.
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Debo confesar que en los primeros años de mi relación con Gardel, me cautivaba su voz
y la vivencia porteña de los personajes que interpretaba en el cine y que todos nos empeñábamos en imitar. Hoy puedo decir que a Carlos, lo valoro en todas las facetas artísticas que aún me sigue regalando.
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En este “chamuyo de esquina”, no puedo dejar de reconocer que efectivamente, yo llevo muy bien grabado el recuerdo de mi tránsito por las calles de “Mi Buenos Ares querido”. Son vivencias imposibles de olvidar.
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En él nací y si Dios quiere, desde su mismo corazón, espero tomarme el espiro “una cheno de descuido”, según el rante decir de Julián Centella.
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Hoy, cuando recorro las calles de mi ciudad, siento la persistencia de la memoria y la evocación. Lo hago con la tranquilidad de quien transita un terreno conocido. Llevo a cuesta los mismos problemas que normalmente soporta el resto de la gente. Camino ensimismado, pensando en solucionar cosas del momento y de las otras, esas que finalmente se convierten en permanentes.
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En cierta oportunidad un periodista extranjero me preguntó: ¿Pretendes hacer lo de Gardel al cantarle a Buenos Aires o lo de Borges al poetizarla?
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Ambas cosas, le respondí, si bien me siento tan inferior a ellos, que ni me animo a intentarlo.
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Carlos inmortalizó a Buenos Aires con su voz y la música que compuso para muchas canciones, en tanto Borges lo hizo desde otro prisma.
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Es sabido que el tango Y Borges nacen casi por el mismo tiempo y los dos – cada uno a su manera – se confunden con Buenos Aires. La literatura de Borges posee el don de la palabra, pero también el encanto del sonido.
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Carlos y Borges existieron. No creo que Gardel se haya ocupado de Jorge Luis, pero éste sí , más de una vez, pensó en Carlos, porque en el fondo fue un admirador silencioso del porteñismo que “El Morocho” exhalaba y si bien nunca dio su brazo a torcer, tanto creo que es así, que – por no tan extraña coincidencia – Borges sitúa a su admirado Jacinto Chiclana en la geografía del barrio de Balvanera, olvidando por un momento a su amado Palermo.
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Si hablamos de épocas que nos enmarca la memoria, para los tangueros las décadas del cuarenta y del cincuenta han sido insuperables. La música popular había “copado” en ese entonces la ciudad y durante todo el día desde la radio, las notas de tangos y milongas arrullaban nuestros oídos.
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Los bailes eran una expresión popular y cada orquesta tenía su grupo de seguidores, todos ellos muy fanáticos y perfectamente mimetizados con sus músicos y vocalistas preferidos.
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En aquellos tiempos, esos bailes eran amenizados en vivo por las llamadas orquestas “típicas”, que ejecutaban tango, en tantos había otras encargadas de tocar jazz. Así fue como se formaron binomios orquestales, que muy difícilmente se alteraban. Actuaban siempre juntos y la convocatoria preponderante corría por cuenta de la agrupación tanguera.
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Como homenaje a los personajes de la noche de Buenos Aires – así al pasar – “tiro” nombres relacionados con esos binomios: Aníbal Troilo junto a Héctor Lomuto primero y después con los Hawaian Serenaders que dirigía Osvaldo Novarro; D’Arienzo con Varela Varelita, Osvaldo Pugliese con el turco Ahmed Ratip y su Cotton Pickers, Ricardo Tanturi con los Santa Paula Serenaders, Alfredo D’Angelis con Barry Moral, Francisco Canaro con Feliciano Brunelli, Osvaldo Fresedo con Eduardo Armani, que a su vez eran socios en la “boite” “Rendez Vois”.
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La memoria no me permite establecer fehacientemente quienes colaboran en las actuaciones de Carlos Di Sarli , Angel D’Agostino, Alfredo Gobbi, Miguel Caló, Horacio Salgán y Alberto Castillo (con su propia orquesta, ya desvinculado de Tanturi), pero sin embargo por ahí estarían rondando: Oscar Alemán , Panchito Cao , Ken Hamilton, René Cospito, el trompetista Esteban. con la Savoy Jazz, Santa Anita (Ritmo en el Alma), y la San Francisco Jazz..
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Como dato complementario y respecto de un acontecimiento nunca olvidado y que protagonizó el Maestro Alfredo de Angelis con su orquesta, deseo remarcar que el lunes 1° de abril de 1946, se inauguró, a las 20 horas por LR1 - Radio El Mundo, el siempre recordado programa de “El Glostora Tango Club”.
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En horas de la mañana de ese día, actúo en esa emisora la agrupación de Osvaldo Pugliese con sus cantores Chanel y Morán y a continuación del debut en el “Glostora” del maestro de Angelis, se presentó - a las 21.05 horas - la orquesta de Ricardo Tanturi con la voz de Enrique Campos y treinta minutos después lo hizo Aníbal Troilo con sus cantores Alberto Marino y Floreal Ruiz. ¡Un día - como tantos - a todo tango!


Entiendo que como muestra de la presencia del Tango en la vida de la ciudad, estos ejemplos son suficientes.
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Siempre se dice que el Tango encierra, en tres minutos, una historia y a veces nos preguntamos ¿Cuál es el tango que mejor pinta a Buenos Aires?
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Imposible responder. Un solo tango no compendia todas las vivencias de mi querida ciudad; por eso es que resulta necesario recorrer el repertorio de las orquestas y así encontrar dispersos en muchas letras, los versos que una vez unidos, permiten reproducir la verdadera historia de la vida social y cultural de Buenos Aires.
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Poesía inmensa de Homero Manzi que nos habla de “Un farol balanceando en la barrera y el misterio de adiós que siembra el tren”, mientras el “Gordo” Troilo le arrima notas de ensueño..

Así se acunan los tangos, cantándole a la inmigración, viviendo el recuerdo del barrio, la pintura de los distintos personajes de la fauna porteña y la evocación de noches pobladas de bohemia. Todo confluye para acrecentar el recuerdo feliz de horas vividas no siempre bien, pero enraizadas en el contexto de valores y códigos personales.
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Siguen las historias y al cruzar la calle me encuentro envuelto por la fascinante figura del gran hombre” y mejor maestro que fue Don Osvaldo Pedro Pugliese. ¡Un modelo de sobriedad y talento!¡Un ejemplo de vida! ¡Un infatigable “laburante” del tango!. Él es uno de los mayores astros de la cultura de Buenos Aires. Su presencia se refleja no sólo en la creación de obras, tales como “Recuerdo”, “Adiós Bardi”, “La yumba”, “El encopao”, “Una vez” y algunas otras, sino también en la elaboración minuciosa y sabia de un estilo inconfundible de ejecutar la música popular..
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Siempre he sido contrario a dirimir preferencias en los tangos y sus intérpretes. Todo el conjunto es maravilloso ¿Porqué entonces parcializarlo?. Personalmente disfruto escuchando tangos y quizá hoy, entre los instrumentales, mis preferidos sean “Comme il faut”, “Derecho Viejo”, “Si sos brujo”, “Gallo Ciego”, “Chiqué”, “La yumba”, “Pavadita” y mañana me entrego mansamente a melodías tales como “La yumba”, “Recuerdo”, “Danzarín”, “Adiós Nonino”, y “Milonguero Viejo”. Pero después … ¿Cuántos más hay para nombrar en ese espacio?
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Cuando de tangos cantados se trata, me sucede lo mismo. ¿Cómo hacer para elegir sus poetas y cantores?, ¡Imposible!
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El misterio está en el “Silencio”, de la cortada que mira al “Sur” y en el “Volver” a “La casita de mis viejos”, donde me espera un “Naranjo en flor” y “Trenzas” del color y el sabor del mate amargo. En este “Cambalache” de cosas, solamente le ruego a Dios que no me castigue por no nombrar a todos los tangos.
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La siguiente inquietud que los poco iniciados muestran, es conocer nuestras preferencias por cantores y cantoras, como si ello, excepto nominar a Carlos Gardel, fuera fácil.
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¿Querés que de nombres? Bueno ahí van: Floreal Ruiz, Enrique Campos, Roberto Chanel, Alberto Morán, Alberto Castillo, Raúl Berón y Charlo por un lado, en tanto del otro, el del sexo débil, valen Susy Leiva, Nelly Omar, Libertad Lamarque, Tita Merello, Rosana Falasca y muchas más.
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Pero aún falta responder un imaginario pero normal cuestionario y ahí enfilo cuando, dentro de las particularidades condiciones artísticas en que se destacaron, nombro a Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Homero Expósito, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Enrique Mario Francini, Orlando Goñi, Alfredo Gobbi, Carlos Di Sarli y Miguel Caló, como para solamente mencionar a algunos.
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Y luego llegó a la esquina un joven coreano, que en un avanzado español. me preguntó:
“¿Por qué a los japoneses les gustaba tanto el tango.
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Diré que existen varias explicaciones sobre el particular, pero yo me quedo con la que hace ya treinta años me dio en New York, la pareja de un amigo, que además de ser japonesa, conocía bastante acerca del tema.
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Según esa persona, durante los años de la Segunda Guerra Mundial, en Japón se prohibió toda música norteamericana, razón por la cual se escuchaba solamente la autóctona, óperas italianas y alemanas y el tango como expresión musical bailable.
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Así nuestra música fue penetrando en el país y los japoneses acostumbraron sus oídos a ella. Luego, cuando en Argentina nuevos ritmos invadieron la escena y relegaron al tango, sus intérpretes buscaron nuevos mercados donde trabajar y así comenzaron las giras de conjuntos típicos al “Naciente Imperio”, obteniendo grandes éxitos desde el comienzo de esa nueva gestión, lo que avivó el gusto de los nipones y motivó – cada vez más – que excelentes embajadas tangueras nos representaran con mucho brillo.
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Las compañías discográficas también colaboraron para que ese afianzamiento se formalizara, pues ante la pérdida del mercado local, encontraron en Japón una plaza ideal donde colocar sus producciones.
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Para terminar, un breve comentario muy particular, diría exclusivamente mío, respecto a lo que se suele llamar vanguardia tanguera, “versus” la primacía de los compositores, cantantes y las grandes orquestas de antaño.
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Si bien existe público para todas las manifestaciones, no se puede negar que en materia de tango, la gente se inclina por el estilo tradicional.
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Sucede que está prácticamente generalizado el concepto de que la música de Buenos Aires se siente y también se baila. No creo en los pseudos innovadores que hablan de una música quieta de mi ciudad, porque los porteños somos todo andar.
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Nerviosos, preocupados, ensimismados, ansiosos y retobados, vamos dibujando pasos de baile al caminar. Vale entonces conceptuar aquello de “En Buenos Aires se funden el transitar sensual de las “grelas”, con el andar cadencioso de hombres que se mueven al ritmo de la ciudad”.
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Con todo, existe una vanguardia tanguera, que expresa su intención de renovar el tango, mediante la incorporación de formas más complejas y más elaboradas que las tradicionales, ejecutadas por formaciones heterodoxas.
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Ante los frecuentes fracasos, sus cultores culpan de los mismos a “la mediocridad ambiental y a la “comodidad mental”, razones que sinceramente no entiendo.


En cambio, quienes los combaten, dicen que esa música que pretenden imponer los vanguardistas, no es sincera y trasunta un modernismo forzado.
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Yo, sin combatirlos formalmente, me encolumno en ésta última posición.
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Para finalizar debo expresar mi convencimiento de que si bien la nostalgia es tristeza exterior y alegría interior, no es menos cierto que “ella” es el precio que nos cobra la vida por habernos permitido transitarla, mucho tiempo más que el esperado.

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