DIGO LO QUE PIENSO

sábado, agosto 18, 2007

FANGIO a 50 años de su obra cumbre



Hoy, como testigo radiofónico de aquél suceso, escribo desde la nostalgia, para recordar que el 4 de agosto de 1957, el “Gran Chueco” ganó en Nürburgring, la mejor carrera de su vida, y se coronó QUÍNTUPLE campeón de la Fórmula 1

Ha transcurrido medio siglo de esa carrera y el inexorable paso del tiempo le otorga aún más brillo a la QUINTA CORONA de Juan Manuel Fangio en la Fórmula 1. Un logro que sobrepasó el umbral de la mitología deportiva. Fue una proeza que demandó valentía, coraje, inteligencia, calidad, paciencia y una vertiginosa búsqueda de alcanzar la perfección.

El mayor hito de la máxima categoría del automovilismo internacional se escribió una tarde de agosto, en el viejo Nürburgring, donde el balcarceño coronó su obra cumbre

Hoy., en tiempos en los que la telemetría, la computación, el cálculo milimétrico y el menor detalle de cada detalle incide en el registro de cada vuelta, la hazaña de Fangio toma más valor. El “Chueco” elaboró una estrategia en la que no faltó el estudio de cada característica del auto, del intricado circuito alemán y de sus rivales.

Era la sexta fecha de las ocho que conformaban la temporada 1957, en la tierra de la Mercedes-Benz, Fangio llegaba con una Maserati frente al poderío de Ferrari. Todo ello y mucho más pasó por la cabeza del argentino, que resolvió en su mente los detalles que hoy la computación y los ingenieros estudian y el piloto de turno ejecuta.

Previo a la competencia, Fangio anticipó que si sacaba medio minuto de ventaja, tendría tiempo suficiente para ingresar en los boxes, cambiar neumáticos, reabastecerse de combustible y continuar la marcha con posibilidades de pelear adelante.

Él cumplió su magistral estrategia y paró en el box de su equipo con 29 segundos de “handicap”. Pero no todo salió a la perfección. Los mecánicos se pusieron nerviosos y en medio de distracciones, errores y una lentitud inusitada, Fangio volvió a salir a la pista 1m18s después

El relato era elocuente. La falla en los boxes, decisiva. Así, a la vista de todos la empresa de triunfar había fracasado, pero Fangio no pensaba igual. Volvió a la pista dispuesto – pese a todo – a quedarse con el triunfo, con la corona, con la gloria. Los carteles informaron entonces que estaba a 51 segundos de las dos Ferrari, conducidas por Mike Hawthorn y Peter Collins.

Pronto la diferencia se acortó diez segundos. Y comenzaron a caer los “récords” de vuelta, como si fuese una competencia contra el propio destino. En las rectas más largas, o donde las trepadas o los descensos lo permitían, ya se avizoraban dos puntos rojos. Allí estaban las Ferrari. Ya el “Gran Juan Manuel” apuraba la marcha de Collins. En el penúltimo giro, tras la bajada de Adenau, el argentino lo superó de manera magistral y salió en busca del puntero.

Nadie permaneció sentado a la vera de los 22,772 kilómetros de pavimento que eran transitados por un Fangio endiablado, como lo relató el propio Hawthorn: "Inútil contenerlo. Si no me hubiera corrido a un costado, el viejo diablo me hubiera pasado por arriba".

El giro final fue aprovechado al máximo por Fangio. En el sector más tortuoso, con curvas y contracurvas interminables, la Maserati se deslizó con solvencia y se "pegó" a la cola de la Ferrari. El descenso a puro volante terminaba con una curva de 90 grados, donde el “Chueco” se zambulló por el sector interno, para adueñarse nuevamente de la vanguardia.

Nürburgring explotó, como si un temblor hubiera sacudido ese circuito, más extenso que el propio poblado alemán. Los 200.000 espectadores fueron testigos de un hito de la historia del deporte mundial. Se consumía la obra cumbre del gran campeón y la mejor carrera de todos los tiempos. Fangio bajó diez veces el récord de vuelta en ese Gran Premio y en las últimas cuatro, lo hizo en forma consecutiva

Cayó la bandera a cuadros y tiempo después Fangio dijo: "Cuando me bajé de aquella máquina supe que nunca más en mi vida, pero nunca más, iba a volver a manejar como ese día". Esas palabras que trasuntaban su pensamiento fueron – como siempre - acertadas. A los pocos meses nuestro “CAMPEÓN” se despedía para siempre de las pistas.

Gracias Juan Manuel, por haberme hecho llorar ese día.

José Pedro Aresi

viernes, agosto 17, 2007

SIEMPRE ACTUAL


Ya no “llenan las noches del barrio las guitarras de Santa Lucía, ni se ve andar por las calles un “corazón transido con tristeza de tapera”, ni truena el grito de “mañana es ¡San Perón!. Solamente se escucha la voz de Carlos Gardel.
Buenos Aires que fuiste y sos. Dolor de sentir lo perdido. Impotencia para barrer la mugre que esparce la violencia de hoy.

No fue el modernismo quien cambió a mi ciudad, sino que bastó para hacerlo, la ignorancia y la prepotencia de quienes primero se encargaron de aflojar sus cimientos; destruyendo de esa manera un honesto modelo de de vida consagrado al trabajo y al deber samaritano, que había florecido – hace ya muchos años - en un marco de calles limpias y de gente que se saludaban al pasar.

Hoy todo ha cambiado y no precisamente porque el barrio creció hacía arriba, sino porque los nuevos habitantes se hundieron en el tembladeral de una nefasta organización pseudo vecinal, que nada tiene que ver con los valores primarios que todo ciudadano debe respetar. Tanto es así que el “Cambalache” presagiado por Discépolo se quedó corto. Desapareció todo lo bueno del ayer y los nuevos aportes migratorios nos resultan aún extraños.

Somos ilustres habitantes de una ciudad distinta, sin gobierno y en muchos casos carentes de ética, de principios morales y con evidentes signos de corrupción primaria. Nos han dejado sin herramientas para luchar. Se robaron todo cuanto hace a las ilusiones de personas dignas y nos despojaron de cuanto habíamos logrado construir con sudor obrero.

Hoy los “buenos” viven encerrados tras las insultantes rejas de casas tristes, mientras los “chorros”, los falopeados y la prostitución se pasean libremente por el territorio que fuera nuestro.

Aquí no se trata de “lucha de clases”, ni de seres empobrecidos que salen a la calle en busca de un pedazo de pan para dar de comer a sus hijos. Se trata de ruines caballeros que asaltan y matan empujados por el éxtasis que produce la droga vendida a la vista de las autoridades.

Vemos a diario piquetes que cortan los caminos por donde la gente buena debe transitar para ir a trabajar. Grupos regenteados por individuos con caras cubiertas que infligen descaradamente la ley, ya por el mero hecho de negar la posibilidad de ser identificados. Esto no hubiera sido posible que sucediera “antes, pues un sabio edicto de principios del siglo XX lo penalizaba , pero los jueces y sicarios “progres” lo anularon con el pretexto de que atentaba contra los derechos humanos y yo me pregunto ¿De los derechos de quién?. y pronto me respondo: Seguramente… NO los de la gente decente.

Hay todavía mucho que agregar, pero temo repetirme y volcar más de lo mismo. Vivimos en el caos. No hay reglas, ni controles, ni racionalidad, todo lo cual genera un estado de irritación permanente en quienes desean trabajar, vivir y dormir tranquilos.

Lo cierto es que “Dentro de la ley, nadie nos protege” y ningún político se preocupa sinceramente por ello. Creo en la democracia y entiendo que ha llegado el momento de encontrar una respuesta válida a tanto caos y desterrar la violencia delitual que padecemos a diario.
La solución no la encontraremos en discursos políticos vacíos de contenidos, sino en Instituciones que promuevan la educación del “soberano” desde niño, en la recomposición de la familia y en el respeto a la Ley.

José Pedro Aresi

jueves, agosto 16, 2007