DIGO LO QUE PIENSO

jueves, noviembre 11, 2010

MI SENTIR POR BUENOS AIRES Y SUS COSAS

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He sido un testigo del Tango de los cuarenta y los cincuenta. Las crónicas o semblanzas que luego escribí, son el resultado de una comunión de mi persona con la música de mi ciudad, “Buenos Aires”, cuyo cielo me vio nacer, su aire sentí al respirar por primera vez, allá en Almagro y el Tango, la música de mi pueblo acompañó mi andar de día y de noche por las calles porteñas.

Para mí, “Buenos Aires” no es una mera geografía, sino la sumatoria de “grandes y pequeñas” cosas que edificaron el altar donde se inmolará mi cuerpo, mientras mi alma seguirá brincando por mi ciudad, tal cual lo hice desde “purrete”, feliz de haber aprendido, el difícil oficio de ser argentino.

No se trata de un compromiso de amor; es el amor mismo, el que gozo desde que dejé la cuna y se acrecentó luego, escuchando cantar a Gardel en grabaciones que surgían de la sonoridad de una “vitrola” y más adelante, antes de finalizar la década del treinta, se sumaron las orquestas de Francisco Lomuto, José García y sus Zorros grises y “Los Indios” de Ricardo Tanturi, para completar un “combo” que fortaleció mi adicción primaria.

Así crecí entre tangos, milongas, valses y el cariño entrañable de mis padres, en un hogar obrero, donde todo se conseguía a fuerza de sacrificio, sin descuidar el respeto al prójimo y a nuestros mayores. .

Luego, la juventud me acercó a los bailes de los clubes de barrio y en los salones y confitería danzantes del centro de Buenos Aires, consolidé mi pasión por el tango. A todo esto debo sumarle la influencia paralela ejercida en mí, por el sainete y la revista porteña.

Así, “La Reina del Plata” – una joya urbana enclavada en lo más austral de nuestra América - , no solamente merece que se le cante o glose: también debemos mostrarla y agasajarla con imágenes que la recreen y permitan volver a vivirla a través de cuadros y fotografías, de ayer, hoy y siempre.

Buenos Aires es una mezcla de bohemia cultural, deportes y tango, que resume una calidez muy especia, con sabor y olor a “feca porteño”. Es precisamente ese conglomerado el que invita a perpetuar en fotos, el color de sus barrios, el amor de la piba con trencitas rubias y la sensible sabiduría que exhalan sus calles.

Porteño deriva de “puerto”, lugar que le permitió a “Buenos Aires”, ser la vitrina de una tierra buscada por muchos para encontrar en ella, paz y progreso. El suelo de lo que hoy es mi ciudad, es el mismo que besaron nuestros mayores al desembarcar aquí, con la esperanza de un mañana venturoso, pero llorando en silencio el ayer que dejaron allá “en el otro lado del ancho mar”. En mi caso particular: En el cielo límpido del “pie del monte” o en la brumosa “risaia lombarda” - ¡Madunina d’ Or!

Volviendo al origen y consecuencia de los recuerdos, no creo que en el “hombre”, tal cual lo concibe Aristóteles”, se pueda destruir la memoria. Nada de lo vivido se olvida; a lo sumo se esconde en un rincón muy personal, pero nunca podrá ser amputado; porque el “hombre” se pertenece y elige su modo de vivir. Por eso a mi ciudad nunca podré negarse, porque para el porteño, ella está enclavada en su propia existencia.
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Buenos Aires ……….
hija de gaita casada con un tano fiolo,
la mejor serenata te la dio un bandoneón,
bordando en el aire, letras donde Discépolo
lo entregó todo, regalando amor
Las luces del centro realzaron tu rango
y en tu cielo el tango apiló su emoción.
Fueye cadenero de una y mil citas,
que se trepó a los patios y a la calesita
Tal cual yo mezclo cosas, así de desordenados somos los porteños; que nacimos bajo un firmamento que se refleja en el sublime color de nuestra bandera; la que nos acaricia y abraza con toda la dulzura que solamente una madre puede brindar.Junto al desorden de nuestras vidas, nace precisamente el Tango, que se escabulle audaz y grosero, para encender la noche de nuestros sueños e iluminarla con música y una poesía plagada de versos que arrugan frente al amor y hacen “pata ancha” ante la injusticia de los hombres.

Es por ello que pretendemos perpetuar la memoria, precisamente para que sea el mismo recuerdo, quien nos ayude a no olvidar. Tal cual sucede con todo aquello que se pretenden preservar, nuestra querida “Reina del Plata” ha quedado plasmada, primero en grabados, dibujos, acuarelas, óleos y finalmente en fotografías que hoy se difunden a diario en exposiciones culturales o en envíos de musicales “PPS”.

Muchas veces decimos hoy, que Buenos Aires es “otro”, que no es el mismo de ayer y mucho dudo de que sea así, por entender que somos nosotros los argentinos y en especial los porteños, quienes hemos cambiado. El modernismo arrasó con las mejores costumbres, de un pueblo que se mostró siempre espiritualmente sano, solidario y laborioso.

La ciudad en sí, gusta aún hoy del suave trinar de los gorriones e inconcientemente rinde culto al pasional amor de la Mireya, en tanto guarda en su seno el olor y el sabor de un alucinante “CHE” porteño.

Buenos Aires está integrada de lleno con el Tango y siempre digo y por favor, que se entienda bien: ¡Buenos Aires es Tango!. Un “cacho” de suelo atrapado por un fueye que cuenta sus penas y que extraña aquél alegre tranvía que un día se fue y aún no ha vuelto.

Dijo el filósofo: “la ciudad es la comunidad procedente de varias aldeas”, mientras que yo pienso que Buenos Aires es un enclave situado junto a un río de plata vieja, con cuarenta y ocho barrios engarzados en el platino de un tango.

Mi generación ha sufrido en cierto momento, la pretensión de desarraigar al tango, pero gracias a la permanencia de algunos reductos tangueros, a la labor de instituciones como la Academia Porteña del Lunfardo y a la presencia, no siempre valorada, de algunos comunicadores radiales y televisivos, hemos podido resistir los embates y aquí estamos “vivitos y coleando”.

Vale igualmente dedicar un párrafo especial a tantos poetas y compositores de tangos, que hicieron posible que esa aviesa intención resultara menos traumática, pues ya sea silbando, tarareando o cantando en voz baja las obras por ellos creadas, el pueblo siguió transitando las calles de su ciudad, acompañado por la música y la poesía que los sedujo para siempre: el Tango.

Alguna vez me han preguntado si solamente me gusta un momento del tango o varias épocas, a lo cual respondo: Todas las épocas del tango han sido fascinantes, pero lógicamente mis recuerdos están ligados al momento que me tocó vivir, como joven que comenzaba a descubrir los misterios de la noche. Para mí la década del cuarenta y el primer quinquenio de los cincuenta, son inolvidables.

En este “chamuyo de esquina”, no puedo dejar de reconocer que efectivamente, yo llevo grabado a fuego, el recuerdo de mi tránsito por las calles de “Mi Buenos Ares querido”.

Nací en Buenos Aires y si Dios quiere, desde su mismo corazón, espero tomarme el espiro “una cheno de descuido”, según el rante decir de Julián Centella.

Hoy cuando recorro las calles de mi ciudad, siento la persistencia de la memoria y la evocación. Lo hago con la tranquilidad de quien transita un terreno conocido. Llevo a cuesta los mismos problemas que normalmente soporta el resto de la gente. Camino ensimismado, pensando en solucionar cosas del momento y de las otras, esas que finalmente se convierten en permanentes.

En cierta oportunidad un periodista extranjero me preguntó: ¿Pretendes hacer lo de Gardel al cantarle a Buenos Aires o lo de Borges al poetizarla?

Ambas cosas, le respondí, si bien me siento tan inferior a ellos, que ni me animo a intentarlo.

Carlos inmortalizó a Buenos Aires con su voz y la música que compuso para muchas canciones, en tanto Borges lo hizo desde otro prisma.

Es sabido que el tango y Borges nacen casi por el mismo tiempo y los dos – cada uno a su manera – se confunden con Buenos Aires. La literatura de Borges, tiene el don de la palabra, pero también el encanto del sonido.

Gardel y Borges existieron. No creo que Carlos se haya ocupado de Jorge Luis, pero éste sí , más de una vez, pensó en nuestro Zorzal, porque en el fondo fue un admirador silencioso del porteñismo que “El Morocho” exhalaba y si bien nunca dio su brazo a torcer, tanto “sueño” que es así, que – por no tan extraña coincidencia – Borges sitúa a su admirado Jacinto Chiclana en la geografía del barrio de Balvanera, olvidando por un momento a su amado Palermo.

Si hablamos de épocas que nos enmarca la memoria, para los tangueros las décadas del cuarenta y del cincuenta han sido insuperables. La música popular había “copado” para entonces la ciudad y durante todo el día desde la radio, las notas de tangos y milongas arrullaban nuestros oídos.

Los bailes eran una expresión popular y cada orquesta tenía su grupo de seguidores, todos ellos muy fanáticos y perfectamente mimetizados con sus músicos y vocalistas preferidos.

En aquellos tiempos, esos bailes eran amenizados en vivo por las llamadas orquestas “típicas”, que ejecutaban tango, en tantos había otras encargadas de tocar jazz. Así fue como se formaron binomios orquestales, que muy difícilmente se alteraban. Actuaban siempre juntos y la convocatoria preponderante corría por cuenta de la agrupación tanguera.

Como homenaje a los personajes de la noche de Buenos Aires – así al pasar – “tiro” nombres relacionados con esos binomios: Aníbal Troilo y Héctor Lomuto primero y después con los Hawaian Serenaders que dirigía Osvaldo Novarro; D’Arienzo con Varela Varelita, Osvaldo Pugliese con el turco Ahmed Ratip y su Cotton Pickers, Ricardo Tanturi con los Santa Paula Serenaders, Alfredo D’Angelis con Barry Moral, Francisco Canaro con Feliciano Brunelli, Osvaldo Fresedo con Eduardo Armani, que a su vez eran socios en el “boliche” “Rendez Vois”. La memoria no me permite establecer fehacientemente quienes colaboran en las actuaciones de Carlos Di Sarli , Angel D’Agostino, Alfredo Gobbi, Miguel Caló, Horacio Salgán y Alberto Castillo (con su propia orquesta, ya desvinculado de Tanturi), pero sin embargo por ahí estarían rondando: Oscar Alemán , Panchito Cao , Ken Hamilton, René Cospito, el trompetista Esteban. con la Savoy Jazz, Santa Anita (Ritmo en el Alma), y la San Francisco Jazz..

Siempre se dice que el Tango encierra, en tres minutos, una historia y a veces nos preguntamos ¿Cuál es el tango que mejor pinta a Buenos Aires?

Imposible responder. Un solo tango no compendia todas las vivencias de mí querida ciudad; por eso es que resulta necesario recorrer el repertorio de las orquestas y así encontrar dispersos en muchas letras, los versos que una vez unidos, permiten reproducir la verdadera historia de la vida social y cultural de Buenos Aires.

Poesía inmensa de Homero Manzi que nos habla de “Un farol balanceando en la barrera y el misterio de adiós que siembra el tren”, mientras el “Gordo” Troilo le arrima notas de ensueño..

Así se acunan los tangos, cantándole a la inmigración, viviendo el recuerdo del barrio, la pintura de los distintos personajes de la fauna porteña y la evocación de noches pobladas de bohemia. Todo confluye para acrecentar el recuerdo feliz de horas vividas no siempre bien, pero enraizadas en el contexto de valores y códigos personales.

Siguen las historias y al cruzar la calle me encuentro envuelto por la fascinante figura del “Gran hombre” y “Mejor Maestro” que fue Osvaldo Pugliese. ¡Un modelo de sobriedad y talento! ¡Un ejemplo de vida!

Siempre he sido contrario a dirimir preferencias en los tangos y sus intérpretes. Todo el conjunto es maravilloso ¿Porqué entonces parcializarlo?. Personalmente disfruto escuchando tangos y quizá hoy, entre los instrumentales, mis preferidos sean “Comme il faut”, “Derecho Viejo”, “Si sos brujo”, “Gallo Ciego”, “Chiqué”, “La yumba”, “Pavadita” y mañana me entrego mansamente a melodías tales como “La yumba”, “Recuerdo”, “Danzarín”, “Adiós Nonino”, y “Milonguero Viejo”. Pero después … ¿Cuántos más hay para nombrar en ese espacio?

Cuando de tangos cantados se trata, me sucede lo mismo. ¿Cómo hacer para elegir sus poetas y cantores?, ¡Imposible!

El misterio está en el “Silencio”, de la cortada que mira al “Sur” y en el “Volver” a “La casita de mis viejos”, donde me espera un “Naranjo en flor” y “Trenzas” del color y el sabor del mate amargo. En este “Cambalache” de cosas, solamente le ruego a Dios que no me castigue por no nombrar a todos los tangos.

Cuanta gente pretende que le diga cual fue el mejor cantor de tangos, como si ello, excepto nominar a Carlos Gardel, fuera fácil.

¿Se pueden dar nombres sin ser injustos? ¡ NO ¡ Sin embargo se puede intentar un primer acercamiento nombrando a Floreal Ruiz, Florentino, Enrique Campos, Roberto Chanel, Alberto Morán, Alberto Castillo, Raúl Berón, Carlos Dante y Charlo por un lado, en tanto del lado de las “cantoras” valen Susy Leiva, Nelly Omar, Libertad Lamarque, Tita Merello, Rosana Falasca y muchas más.

Pero aún falta responde un imaginario pero normal cuestionario y aquí enfilo para nombrar, dentro de las particularidades condiciones artísticas en que se destacaron, a Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Homero Expósito, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Enrique Mario Francini, Orlando Goñi, Alfredo Gobbi, Carlos Di Sarli y Miguel Caló, como para solamente nombrar a algunos.

Para terminar, un breve comentario muy particular, diría exclusivamente mío, respecto a lo que se suele llamar vanguardia tanguera “versus” la primacía de los compositores, cantantes y las grandes orquestas de antaño.

Si bien existe público para todas las manifestaciones, no se puede negar que en materia de tango, la gente se inclina por el estilo tradicional.

Sucede que está prácticamente generalizado el concepto de que la música de Buenos Aires se siente y por sobre todas las cosas, se baila. No creo en los pseudos innovadores que hablan de una música quieta de mi ciudad, porque los porteños somos todo andar.

Nerviosos, preocupados, ensimismados, ansiosos y retobados, vamos dibujando pasos de baile al caminar. Vale entonces conceptuar aquello de “En Buenos Aires se funden el transitar sensual de las “grelas”, con el andar cadencioso de hombres que se mueven al ritmo de la ciudad”.
Con todo, existe una vanguardia tanguera, que expresa su intención de renovar el tango, mediante la incorporación de formas más complejas y más elaboradas que las tradicionales, ejecutadas por formaciones heterodoxas.

Ante los frecuentes fracasos. sus cultores culpan de los mismos a “la mediocridad ambiental y a la “comodidad mental”, razones que sinceramente no comparto.
Quienes los combaten, dicen que esa música que pretenden imponer los vanguardistas, no es sincera y trasunta un modernismo forzado. Yo, sin combatirlos formalmente, me encolumno en ésta última posición.

Siento que la mente pretende seguir volando, pero la razón dice que hay que llegar a un punto final y es entonces cuando prima en mí, el convencimiento de que si bien la nostalgia es tristeza exterior y alegría interior, no es menos cierto que “ella” es el precio que nos cobra la vida por habernos permitido transitarla, mucho tiempo más que el esperado.

José Pedro Aresi

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