LA CALESITA Y ALGO MAS
Había matado penas en alcohol y salí a caminar sin rumbo fijo, hasta que pude ver que junto al viejo molino, estabas vos. y entonces por un rato fue “cuando a tu lado, tirado, tuve mi corazón”.
Me detuve a conversar con vos, “vieja amiga” y recostado en el poste de la sortija, te envolví en una mirada que encerraba ensueños de tiempo. Eras vos, la misma, la de antes, la que en mi barrio iluminó la esquina y desde purrete me regaló tangos.
- ¿Te acordás algunos de sus nombres? - Yo sí. No los olvido. Los tocaba “De Angelis”: “Marioneta”, “Como se muere de amor”, “Bajo el cono azul”, “Mi novia de ayer”, “Cero al as”, “Parece un cuento”. “El vals de la noche buena”, “Altar sin luz”, “Así es Ninón”, “Remolino”, “Jirón porteño”, “Rosicler” ...... ¿Viste calesita. Viste que me acuerdo?. Eran discos que desempaquetaban las voces de Floreal, Dante y Martel.
Por eso, solamente por eso, “Sigue llorando el tango y en la esquinita palpita, con su dolor de fango la calesita...”
Sentí un sudor frío en mis manos, que pronto buscaron abrigo en los bolsillos de la campera de cuero. Quise besarla, pero prontamente se defendió, tal como antes, ayudada por la mágica prestidigitación de un ser inexistente. Rápida como siempre, se soltó de las cadenas que la sujetaban y rodó por el pasto húmedo, perfumado. La alcé entre mis brazos, levanté la lona que cubría la calesita y la dejé durmiendo en el asiento del cisne de lata plateado que me miró de reojo sin decir palabra, en tanto también yo, acaricié su cabeza en silencio.
Más atrás, una yunta de corceles me guiñaron un ojo y me saludaron. - “Vos otra vez por acá” dijo uno de ellos y el otro agregó sarcásticamente: - “Nosotros sabíamos que volverías cuando el cansancio de la vida invadiera ya no tu cuerpo, sino tu alma” ; a lo cual repliqué: – “Así que ahora la van de filósofos. Pensar que cuando los conocí, parecían solamente “machietas” trasladadas desde el escenario de un teatro lírico de segunda” y ya en franco arrebato de una venganza que sonaba a pena, me paré bien junto a ellos; los miré desde arriba y les espeté un crudo y mentiroso: - “ Siempre los vi como unos caballos de establo real, venidos a menos”. Mis palabras laceraron sus "babillas" y a un mismo tiempo, ambos cerraron los ojos para continuar durmiendo su sueño de madera.
El pequeño auto pintado de azul, con capó amarillo, sonrió al verme y quizás por llevarle la contra a los caballos, encaró el reencuentro de manera distinta.
- “¡Hola campeón!” gritó y enseguida agregó - “Todavía recuerdo las carreras que ganamos juntos, cuando vos te sentías Fangio y yo una veloz Maserati”.
Fue entonces que noté un efecto distinto del vino y trastabillé, pero pronto me rehice y con aire canchero y sobrador, pero sufriendo por dentro los años, le respondí: - “¿Te acordás? . Eran carreras que duraban lo que tardaba en apagarse un tango apresurado. ¡Cuantos finales festejé, parado en tu asiento y con las manos en alto, triunfos de papel, que luego nunca pude repetir en mi vida, porque como ya lo glosara “Marvil”: “La vida me engañó, la vida me mintió, al ofrecerme un mundo color rosa. Iluso la soñé, temblando la esperé, haciéndome la vida más hermosa. La dicha me sonrió y ciego la seguí, pero ella se burlaba de mi corazón. La dicha nunca vino hasta mi olvido, la vida me ha mentido, la vida me engañó”.
Antes de seguir mi camino, lo acaricié y le palmeé el capó, a la vez que susurré un - “Hasta otro día, amigo”. Él me respondió con un nostálgico: – “Adiós” .
El bote y el avión me miraron extrañados cuando me acerqué a ellos. ¿“Que sucede que ahora te fijás en nosotros”? , dijo el aeroplano, en tanto el agitado aire de mi respiración movía su hélice. Lo miré y no respondí. Sólo atiné a pensar para mis adentros: “Este guacho tiene razón”.
Descendí tambaleando de la plataforma de madera. Bajé, no recuerdo como, la lona y todas esas cosas bellas quedaron a oscuras, también mi mente.
Quise apurar el paso para alejarme cuanto antes, pero esta vez no fue la “resaca”, sino las sombras del tiempo las que me lo impidieron.
Lentamente fui dejando atrás la vieja calesita y cuando estaba llegando al extremo del parque, las notas de un tango invadieron el ambiente.
"Llora la calesita